UN ANALISTA DESCARIDA

 In "Emergencia de un Real efectos en el sujeto"

UN ANALISTA DESCARIDA[1]

BEATRIZ ELENA MAYA R, AME, Miembro del Foro de Medellín.

 

Foro de Medellín, 28 de Abril de 2020.

El tiempo del coronavirus nos ha volcado a comunicarnos por vías electrónicas.  Un tiempo de confinamiento que nos devuelve a nosotros mismos la pregunta por el deseo de analista que nos habita.

Vuelvo a mi lectura de una de las preguntas planteadas a Lacan en Televisión que dice:

“-Los psicólogos, las psicoterapeutas, los psiquiatras, todos los trabajadores de la salud mental, desde la base, severamente, cargan con toda la miseria del mundo. ¿Y el analista, mientras tanto?”[2]

Pregunta que cobra actualidad dada la miseria que ha traído este virus. Pues bien ¿qué respondió Lacan? Voy a citar las primeras tres frases y comento:

“Es cierto que cargar con la miseria, como usted dice, es entrar en el discurso que la condiciona, aunque más no sea a título de protesta (…) Sólo decir esto me da posición, que algunos situarán como la de reprobar la política. Lo que, en lo que a mi concierne, considero para cualquiera excluido (…) Además los psico, cualesquiera que sean, aquellos que se dedican a vuestra supuesta carga, no tienen que protestar, sino colaborar. Lo sepan o no, es lo que hacen.”[3]

Es evidente que la pregunta tiene un llamado a los analistas a responder por lo que aquí se llama “miserias del mundo” Si bien se habla de otro tipo de miseria y de otra causa puesto que Lacan la sitúa del lado del discurso capitalista; hoy podemos sustraernos un poco de este discurso y pensar la miseria desde otro ángulo, puesto que todos quedamos igualados por las condiciones a las que un virus nos somete, claro sin entrar a valorar lo que justamente el discurso capitalista permite a unos más que a otros, en términos de bienestar en el confinamiento. Me refiero a que todos estamos sometidos a no tocarnos, a no vernos más que virtualmente, a virtualizarnos podríamos decir, es ahí donde emerge una clase de miseria diferente, el goce está limitado para todos, o la soledad es insoportable para algunos, o el miedo a la muerte angustia a otros etc.

Suponemos entonces que todo esto surgirá y que entonces todos los psi deberíamos responder tal como la pregunta sugiere.  Pero Lacan le da una vuelta enorme desde su posición de analista. Dirá que todos esos que responden son colaboracionistas, es un término muy fuerte, evoca el colaboracionismo de la segunda guerra, en el que “sin darse cuenta” sostuvieron con un presidente en Vichi el comando central alemán, en el hotel Lutecium en el centro de París. Bien, pues este colaboracionismo hace parte de una paradoja, puesto que quien carga la miseria del mundo colabora con la causa, colabora con el discurso que condiciona esa miseria. ¿Por qué? Tal vez porque entran en el ritmo de dicho discurso, ofrecer aquello que esperan los supuestos angustiados, ofrecer el objeto que pacifique o disminuya el estrés, en este caso. ¿Tenemos nosotros analistas la respuesta a la causa de la angustia que por estructura es la castración? No. Lo que el confinamiento y el virus evocan no es más que el desamparo absoluto, aquel que Lacan menciona en el Semianrio 7 como fin de análisis para ese momento, recordemos:

“Hago la pregunta – ¿la terminación del análisis, la verdadera, entiendo la que prepara para devenir analista, no debe enfrentar en su término al que la padece con la realidad de la condición humana? Es propiamente esto lo que Freud, hablando de la angustia, designó como el fondo sobre el que se produce su señal, a saber, la Hilflosigkeit, el desamparo, en el que el hombre en esa relación consigo mismo que es su propia muerte- pero en el sentido en que les enseñé a desdoblarla este año – no puede esperar ayuda de nadie.”[4]

No puede ser más actual este párrafo a pesar de que mucha tinta correrá después de esto en su teoría del final de análisis y del deseo del analista, lo cierto es que se esperaría que aquel que ha devenido analista pueda vérselas con su desamparo, pero también con un saber que permita que el motor de su acto sea el Deseo del analista, saber que él no tiene el objeto que a su vez tapone el desamparo que lo real puede traer, y saber que en el psicoanálisis de lo que se trata es de la singularidad del goce.

Tal vez si el analista no se cuestiona su acto específico hoy, podría partir de una idea falsa, la misma que promueve el discurso del amo: todos traumatizados a causa de un virus y el confinamiento al que obliga. Sería lo mismo que pensar que allí donde un determinado discurso político, tal como el capitalista, trae consecuencias de malestar, es posible hacer algo por remediar el estado de malestar en que se encuentran, los llamados pacientes, con intervenciones que al menos paliarían su situación.  Justamente no cuestionar lleva a un hacer irracional que perpetúa la causa supuesta, que en el caso específico es señalado por Lacan como el discurso capitalista.  Pero no deja de advertirnos una sin salida y es que allí donde él denuncia también refuerza. La salida que encuentra es más bien situar el inconsciente como efecto de un discurso, el del amo, y que la propuesta del psicoanálisis es únicamente ofrecerse como otro discurso que permita un “lazo social determinado por la práctica de un análisis” que él espera sea llevado a la altura de los más fundamentales.

Al final de la respuesta de Lacan a la pregunta de la que hablamos, dice que: “Cuanto más santos seamos, más nos reiremos: es mi principio; es incluso la salida del discurso capitalista -lo cual, si solo es para algunos, no constituirá ningún progreso-“ [5]

Dos cosas sobre esta cita, la primera es que Lacan ve como salida al discurso capitalista, la producción de más analistas, nombrados santos aquí y lo segundo es justamente lo que esta expresión, santo, quiere decir en el contexto. Lacan la toma de Baltazar Gracián, pero para señalar que no es el santo que hace caridad sino todo lo contrario “descarida”, es decir que el analista no se puede situar como el objeto que falta ni al paciente ni al mundo para resolver la carencia, sino que, se sitúa como causa, lo que le permite a un sujeto saber de lo imposible y luego situarse como  desecho. Si aceptamos que esto es así ¿cómo pedirle al analista que ofrezca lo imposible en cuanto a la situación actual, es decir que pueda dar la ausencia de malestar?

Nos topamos de frente con los límites del psicoanálisis, allí donde se trata de un discurso que se funda en el semblante de objeto, pero que no es, ni tiene el objeto, porque este es un real, un imposible. Además, porque el analista trabaja con las respuestas que el sujeto da al real del que se trate ¿Queda la posibilidad de que la palabra temerosa de los analizantes, liberada, pueda dar efectos de catarsis y entonces devolvernos 130 años en el avance del psicoanálisis desde Freud?

Siempre la respuesta del psicoanálisis es dura o endurecida por lo estructural, así parecemos situados fuera de toda realidad y tienen razón quienes lo califican así, dado que el analista ha de situarse frente a lo real permitiendo que uno por uno, vía la palabra sostenida por el acto, pueda vérselas con ese real que puede tener mil caras. En otras palabras, se trata de continuar la tarea del acto analítico.  Pero esto no impide que los analistas hagan reflexiones sobre lo que pasa en el mundo; lo que yo me pregunto hoy es sobre el acto y la posición del analista frente a las contingencias.

Vuelvo a nuestra discusión pasada ¿El uso de herramientas tecnológicas impide el acto? No lo sé, algunos pacientes se muestran reticentes, otros acomodan su espacio. Habría que explorar una veta que deja abierta Colette Soler en su último seminario Función de la palabra en el cual ella se hace la misma pregunta.  Lo que me queda claro es que un real siempre pone a prueba el deseo del analista.

Ya nos llega la pregunta al CIG ¿qué hacer con los pases en curso cuando hay un tiempo determinado para escucharlos? ¿Podemos comparar la escucha del análisis con la escucha del pase en el sentido de que si algunos han tenido la experiencia de esta manera, así mismo se pudiera realizar todos los momentos del pase ? Son preguntas que van surgiendo y que debemos respondernos. Deseo avanzar un poco en lo que Colette nos deja abierto.

Plantea que el analista se presta a la causa analizante y entonces se pregunta si esto requiere el cuerpo, recordando que los analistas que rechazan la experiencia vía Skype lo argumentan soportados en que se elide la presencia del cuerpo en tres dimensiones y propone que un juicio sobre esto no debe partir de lo que se ha llamado el setting o encuadre, sino por lo que es requerido o sea lo que es necesario para que  el discurso analítico  conserve su especificidad y entonces se hace esta pregunta:” ¿acaso la causa analizante tiene un cuerpo? En otras palabras, ¿cómo el objeto a, se presentifica en la experiencia?”[6]. Recordemos que esta veta quedó abierta la vez pasada, Juan Guillermo la evocó cuando nos habló del objeto voz y mirada en juego en la experiencia.

Para responder la pregunta, Colette empieza por indicar tres formas de presencia del objeto y sus implicaciones:  en el fantasma donde el objeto no es más que imaginario, no tiene cuerpo; en la pulsión donde el objeto tampoco tiene cuerpo, es una caída del cuerpo, aquí la quiero citar por su precisión: “Esto quiere decir separado de la forma del cuerpo: objeto oral, suelto de la boca, objeto anal en la excreción, mirada distinta del ojo y la voz distinta de la fonación. Pedazos insensibles, dice Radiofonía, separados de carnes. El objeto de la pulsión externaliza el goce, es decir tanto como que, si el analista encarna el objeto en su variante pulsional, la distancia de los cuerpos no es un inconveniente e incluso una ausencia completa de cuerpo.”[7] La tercera forma del objeto es la que corresponde al objeto causa del deseo que tampoco tiene presencia corporal.

Así pues, abrimos más la discusión sobre lo que se pone en juego en el análisis, allí donde el analista hace semblante de objeto, no es de un objeto tangible que hablamos, se trata de otra cosa.

Estamos en el momento de ver y será la experiencia con los pacientes lo que nos de la respuesta. Deseo abrir una veta que encuentro en el seminario 22, en la lección del 21 de enero de 1975 en la cual Lacan avanza la producción del sujeto en su relación al Otro por dos vías, la vía del significante y la vía del objeto «. Mostrando como el significante jamás podrá recubrir el objeto o nombrar el objeto. Entonces va a definir el uno de sentido así:

“El Uno de sentido, es el ser, el ser especificado por el Inconsciente en tanto que ex-siste, que ex-siste por lo menos al cuerpo; pues si hay una cosa impresionante, es que ex – siste en la dis-cordia. No hay nada en el Inconsciente, si está hecho tal como se los enuncio, que con el cuerpo haga acuerdo: el Inconsciente es discordante.”[8]

Detengámonos un poco en esta definición.  La expresión Ex – siste sabemos que quiere decir, entre otras cosas, lo que estando por fuera hace consistir algo, en este caso es el inconsciente por fuera del cuerpo, Podríamos hacer una pregunta simple o tal vez ingenua ¿si de lo que se ocupa la experiencia analítica es del inconsciente y este es discordante con el cuerpo, para qué se requiere el cuerpo en dicha experiencia siendo esta básicamente una experiencia de palabra? Pues en principio para emitir la palabra, lo cual se puede hacer por una de las vías cuestionadas. Sin embargo, el asunto de la discordancia no es tan simple y amerita que la pensemos para poder entender las relaciones del cuerpo y el inconsciente. En su texto El en-corp del sujeto Colette ya señala esta separación entre el cuerpo y el sujeto del inconsciente, los remito a este texto.

Lacan continúa en su texto haciendo mención a la metonimia del deseo introducido por el objeto a.  Precisando que ser causa no es ser el objeto del deseo, Absolutamente concordante con lo que comenta Colette Soler.  Cuando hablamos de objeto a, lo hacemos de un objeto insustancial, por lo tanto, fuera de las coordenadas de tiempo y espacio corrientes. Tenemos muchas preguntas y las respuestas las podemos rastrear en la clínica y en las formalizaciones y precisiones de Lacan, en relación con el cuerpo, al objeto, la pulsión, la transferencia, la presencia del analista, de la cual habla Lacan en su semianrio 11 en el cual dice que” La propia presencia del analista es una manifestación del inconsciente”[9]. Lo que nos lleva a que tenemos que pensar la noción de presencia más allá del sentido común que lo que se piensa como presencia del cuerpo del analista en tres dimensiones.

Tal vez profundizar en esa noción de discordia que vemos emerger en este texto, nos permita encontrar un camino más expedito para resolver nuestros interrogantes.

 

[1] Trabajo presentado en Medellín en la jornada Emergencias de un Real, efectos en el sujeto. 28 de abril de 2020

[2] Lacan J., Televisión, en: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 543

[3] Ibíd

[4] Lacan J., Seminario 7 La ética del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 2011, p.362

[5] Lacan J., Televisión. Ibíd, p.546

[6] Soler C., Retorno a la función de la palabra. En proceso de traducción por Ediciones Hispanohablantes.

[7] Ibíd.

[8] Lacan j., Seminario 22 RSI. Lección del 21 de enero de 1975. Sin establecer

[9] Lacan J., Seminario 11. Paidós, Buenos Aires, 1973, p. 131

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